Ya hace un mes que se terminaron nuestras vacaciones y nuestro viaje por las montañas de Lleida, donde hemos ido este año… Unos pocos días rodeados de montañas y vacas, vacas y montañas… y más vacas.
Mirándolas nos vino a la mente el movimiento de la «comida lenta«: eran un vivísimo ejemplo de uno de los principios del Slow food, y es que toda su preocupación (la de las vacas) radicaba en comer, lentamente, de un modo absolutamente relajado, invadidas por el silencio que grita en cada valle, invadidas por la calma, invadidas por la no conciencia de que pueda no haber hierba suficiente, o se cierre el cielo por la lluvia o por la noche.
Hoy en día, la mayor parte de nuestras comidas son poco más que paradas para repostar. Han cambiado tanto los hábitos y la vida que ya casi nadie comparte la comida con amigos o familia, de tal manera que generalmente comemos solos, en movimiento o a la vez que trabajamos, conducimos, leemos o «internauteamos».
Poco a poco, la aceleración se ha apoderado de todo, llegando a las granjas y a los campos, de manera que la obsesión por obtener mayor producción, a menor coste y en el menor tiempo posible ha ganado – sólo temporalmente, espero- una batalla donde vale cualquier treta, aunque ésta sea nociva para la salud (hormonas, fertilizantes, pesticidas, modificación genética…); en los restaurantes se utilizan muchísimos preparados enlatados y también polvos (sobre todo en los postres); en los supermercados encontramos todo tipo de marcas versionando los alimentos que siempre se confeccionaban en nuestras casas: hamburguesas, tortillas, salsas, precocinados congelados… por no hablar de las frutas y verduras maduradas artificialmente en cámaras, producto de su temprana recolecta –cuando el fruto aún está verde- para poderlo hacer llegar a cualquier lugar del planeta: aguacates, papayas, naranjas, tomates… ¿cuántas veces has oído que no saben a nada? Pues eso! Como dice Petrini (ahora mismo os hablaré de él): «La situación es bastante grave. Sobre todo porque la tierra madre padece estrés.»
Afortunadamente la conciencia social empieza a despertar sobre los inconvenientes que se plantean frente a la actitud «engulle, traga y vete«, citando literalmente la descripción que hace Carl Honoré en el libro «Elogio de la lentitud«: obesidad, contaminación, estrés… (sólo por citar de refilón alguno).
Esta reacción ante el movimiento ya comentado del «fast food» –comida rápida– se materializó cuando Carlo Petrini, carismático autor italiano de libros de cocina, tras ver su vaso colmado con la inauguración en 1986 de un Mc Donald’s junto a la escalinata de la Plaza de España en Roma, lanzó el movimiento Slow Food a través de su libro «Bueno, Limpio y Justo» (en España, podéis encontrarlo en la editorial Polifemo, colección Carpe Diem).
Petrini, defiende productos de temporada, frescos y locales, la biodiversidad, las recetas transmitidas a través de las generaciones, una agricultura sostenible y orgánica, cenar despacio con la familia y los amigos, la protección del medio ambiente de la mano del «bien comer»… oponiéndose con todo ello a la modificación genética de los alimentos y declarando abiertamente su pensamiento: «La firme defensa de un sereno placer material es la única manera de oponerse a la locura universal de la vida rápida… Nuestra defensa debería comenzar en la mesa, con comidas lentas«.
Poco a poco, nuestra sociedad parece que recula ante el error: empezamos a encontrar en los supermercados habitualmente espacios reservados a productos artesanos y ecológicos, los restaurantes se apresuran a inscribirse a la «lista de los caracoles» (símbolo del Slow Food, por su «lentitud«) -saben que serán mucho más buscados-, las personas se preocupan más por su colesterol y su calidad de vida y alimentos… volvemos, al menos, a apreciar…
Solamente estuvimos unos pocos días entre montañas y vacas… suficiente para parar y reflexionar: tenemos todo el año para apostar por vivir un poco mejor, convirtiendo esta filosofía en una forma de vida que nos reporte salud, equilibrio y armonía (…y que no solamente sea en vacaciones). Citando de nuevo a Petrini: «Si no hay regreso a la tierra, no hay futuro»
Intentaremos en la medida de lo posible animarte a que cocines en tu casa y para ti, a que elijas y encuentres productos de calidad, a que aprendas más sobre lo que comes, a que te pares 10 minutos a leer alguna receta que te apetezca y que disfrutes regalándote el sabor de saber que es tu producto casero.
Feliz, lenta y plácida comida!
Me quedo por aqui echando un vistazo
Si el apetece participar en el III Concurso Internacional de Gastronomía. Bases en este enlace. bit.ly/StGSas
Que termine bien el día a pesar del gobierno.
Saludos
Encantada de que ojee cuanto desee. Agradezco la invitación a la participación de su concurso, que por supuesto acepto, más aún viniendo de usted, al que hace tiempo también visito en alguno de sus blogs. Saludos,
Excelente artículo. Ya sólo leyendo las primeras líneas es suficiente para hacernos «cambiar el chip». Creo que voy a leerlo de vez en cuando para que nunca se me olviden esas cosas !!
Enhorabuena por el blog y por todo el esfuerzo que le pones. Gracias por hacernos re-descubrir el placer de la buena mesa.
Un beso enorme.
Gracias, Rosa. Ojalá consiguiéramos cambiar muchos chips! Nos conformamos con ir tomando conciencia poco a poco de cosas tan importantes, que habitualmente no tenemos en cuenta por ser aparentemente tan pequeñas. Un beso,
Es una pena, que tengamos tanta prisa para todo ahora, y como bien dices hay días que tenemso que comer a toda prisa para llegar a mil cosas más descuidando comer tranquilamente, con familia, amigos…etc hay que intentar cambiar el chip y empezar a disfrutar de nuevo! un saludo 🙂
Hola Alba. Antes de nada, pedirte disculpas por haber tardado tanto en publicar y contestar tu comentario. Se metió en Spam, por alguna razón… y no me di cuenta hasta ahora.
¡Ojalá seamos capaces de cambiar el chip, como dices!
Muchísimas gracias por tu comentario. Te animo a que continúes leyéndonos! Un abrazo,