Tengo una imagen de este plato en la cocina de mi infancia, sobre la mesa de granito negro y patas plateadas. Justo a la altura de mis ojos había una fuente de cristal, cuadrada. Dentro, como trozos de ¿atún?, ¿bonito?, cubiertos del color intenso del aceite de oliva virgen extra. Yo le pregunté a mi madre qué era aquello. Me dijo: caballa. Puse cara de haba y me replicó: pescado azul. Buenísimo. Pero yo no lo quise probar.