Es un reto para alguien como yo, acostumbrada a cocinar las suculentas recetas tradicionales, siempre acompañadas de carnes, embutidos y diferentes tipos de grasas procedentes en su mayoría del reino animal, el plantearse la posibilidad de convertir esos platos en su versión vegana, por un planeta más limpio, por una manera de comer más consciente, por una alimentación sostenible, que consiga que haya «para todos» y no solamente alimente las bocas de las clases más ricas (que no más «desarrolladas») de nuestra amada Tierra.